El Faro del Camino del Norte
Lunes, 23 de abril de 2012
Guillermo Nagore nuestro peregrino-cruzado que está recorriendo el Camino Norte de Santiago de Vuelta hasta Jerusalén reivindicando la lucha a favor de los enfermos y familiares de la enfermedad del Alzheimer, ha llegado a Güemes, y recorre el Camino acompañado por Ernesto Bustio e internos de la Prisión del Dueso y otras personas de la Asociación de Gúemes. Vaya desde aquí nuestro homenaje a su anfitrion.
Ernesto Bustio, El Faro del Camino del Norte, en el Albergue del Abuelo Peuto de Güemes (Cantabria).
Todo camino jacobeo tiene un rostro que lo representa. Lo tenía el Francés en la persona de José María Alonso, el cura de San Juan de Ortega que recibía a los peregrinos con una proverbial sopa de ajo. Lo tiene la Vía de la Plata; es el también sacerdote Blas Rodríguez, con parroquia en Fuenterrobles de Salvatierra. Y otro religioso, Ernesto Bustio, es el rostro del Camino del Norte.
Hospitalidad, generosidad, simpatía, amistad y armonía son los adjetivos que más se repiten en los mensajes dedicados a este trotamundos que ha convertido su albergue en el "Centro Humano" del Camino de la Costa.
En 1979 Ernesto se montó en un vetusto land rover, puesto a punto con la ayuda de los vecinos del barrio santanderino de San Francisco, donde alternaba el trabajo de albañil con el de cura y «dinamizador ciudadano », y se lanzó al camino con el triple propósito de conocer gente, trabajar en lo que saliera y fotografiar todo lo que se le pusiera por delante.
Con tres vecinos recorre parte de Europa, salta al norte de África y en Senegal embarcan rumbo a Puerto Rico. Para pagar el pasaje trabajan codo a codo con la marinería en condiciones de semi exclavitud.
El grupo recorre casi toda Latinoamérica y en Venezuela, Ernesto, ya sólo, logra trabajo en una mina. De allí, el cura de Güemes pasa al altiplano para trabajar con los campesinos, baja a Colombia y desde Buenos Aires regresa a Santander. En su mochila lleva más de 5.000 fotografías que después utilizará para dar a conocer la situación de los pueblos por los que ha pasado.
La frase que le gusta repetir a Ernesto Bustio es que todos somos peregrinos de la vida. Y sabe de lo que habla.
Ernesto Bustio, El Faro del Camino del Norte, en el Albergue del Abuelo Peuto de Güemes (Cantabria).
Todo camino jacobeo tiene un rostro que lo representa. Lo tenía el Francés en la persona de José María Alonso, el cura de San Juan de Ortega que recibía a los peregrinos con una proverbial sopa de ajo. Lo tiene la Vía de la Plata; es el también sacerdote Blas Rodríguez, con parroquia en Fuenterrobles de Salvatierra. Y otro religioso, Ernesto Bustio, es el rostro del Camino del Norte.
Hospitalidad, generosidad, simpatía, amistad y armonía son los adjetivos que más se repiten en los mensajes dedicados a este trotamundos que ha convertido su albergue en el "Centro Humano" del Camino de la Costa.
En 1979 Ernesto se montó en un vetusto land rover, puesto a punto con la ayuda de los vecinos del barrio santanderino de San Francisco, donde alternaba el trabajo de albañil con el de cura y «dinamizador ciudadano », y se lanzó al camino con el triple propósito de conocer gente, trabajar en lo que saliera y fotografiar todo lo que se le pusiera por delante.
Con tres vecinos recorre parte de Europa, salta al norte de África y en Senegal embarcan rumbo a Puerto Rico. Para pagar el pasaje trabajan codo a codo con la marinería en condiciones de semi exclavitud.
El grupo recorre casi toda Latinoamérica y en Venezuela, Ernesto, ya sólo, logra trabajo en una mina. De allí, el cura de Güemes pasa al altiplano para trabajar con los campesinos, baja a Colombia y desde Buenos Aires regresa a Santander. En su mochila lleva más de 5.000 fotografías que después utilizará para dar a conocer la situación de los pueblos por los que ha pasado.
La frase que le gusta repetir a Ernesto Bustio es que todos somos peregrinos de la vida. Y sabe de lo que habla.